martes, 30 de agosto de 2011

La real expedición filantrópica de la vacuna


Dice Juan Carlos Cubeiro, director de Eurotalent y experto en talento que el talento es poner en valor lo que uno hace y que nosotros, los españoles, muchas veces no ponemos en valor las cosas grandes que han hecho otros españoles a lo largo de la historia. Es cierto que hay gente que es ilustre por haber hecho cosas admirables, gente de la que conocemos el nombre pero no sabemos que han hecho y héroes anónimos que participaron en grandes gestas cuyos nombres no han trascendido.
Fue Eduard Jenner, un investigador y médico rural inglés, quien en torno al año 1796 desarrolló no sólo la primera vacuna sino la vacuna para una enfermedad que se estaba cobrando la vida de miles de personas: la viruela. De hecho la palabra vacuna viene de vaca porque la vacuna de la viruela fue la primera vacuna en descubrirse, como ya he dicho. Eduard Jenner observo que las ordenadoras desarrollaban una curiosa inmunidad a la viruela, es decir, las personas en contacto con las ubres de la vaca no desarrollaban la enfermedad de la viruela de forma grave, propia del ser humano, aunque sí una clase de viruela en forma leve que sufrían las vacas, y por supuesto la superaban sin problemas.
Deberíamos sopesar primero lo que implicaba la viruela: mataba al 50% de los que infectaba, dejaba ciegos a los que conseguían sobrevivirla, además de marcas en el cuerpo a causa de las numerosas pústulas que provocaba, sin olvidar que no respetaba edades ni clases sociales.








Francisco Javier Bálmis fue un médico militar alicantino que lideró la expedición por mar conocida como Real Expedición Filantrópica de la vacuna, para llevar la vacuna de la viruela a las colonias españolas en América, enfermedad que estaba diezmando la población indígena ya que fue una llevada por los colonizadores, por tanto el sistema inmunitario de los indígenas no estaba preparado para esta infección.
Bálmis era conocedor de la enfermedad, había traducido el tratado de la vacuna de Jenner por tanto era un experto en el tema, y con el apoyo de la corona española el barco salió de la Coruña cuando Bálmis tenía 50 años, en 1803, y acabó varios años después de su partida.
Eran tiempos donde no existían ni la electricidad ni los frigoríficos, por tanto el barco transportó la vacuna de una forma que hoy día nos puede parecer cruel pero que salvó la vida de miles de personas. Y es que en un principio se intentó hacer la expedición con vacas, pero no funcionó, y se intentó inocular la viruela humana a vacas pero no funcionó tampoco. Al final se utilizaron 21 expósitos o huérfanos gallegos a los que paulatinamente se les iba inoculando la forma leve de la enfermedad para poder tener, finalmente al llegar a América, una versión de la vacuna válida.
La expedición se subdividió en dos, la primera parte llegó a América y la segunda a Asia, llegando hasta China lo que complicó la acción ya que estaba infectada de piratas y tráfico de drogas, lo cual no hizo más fáciles las cosas.
Además sufrió no pocos problemas. Además de la piratería, ser contagiado implicaba el aislamiento de los niños hasta que fuera necesario contagiar al siguiente, en una época donde un viaje en barco no era precisamente un crucero de lujo, donde ir de un país a otro podía durar meses… y no olvidemos que eran solo niños.
No quiero hacer el homenaje a Eduard Jenner, ni a Francisco Javier Bálmis, sino a los 21 niños huérfanos que participaron en la Real Expedición Filántrópica de la vacuna. Considero que Bálmis organizó la expedición con la mejor intención y se merece también un reconocimiento, pero los verdaderos héroes fueron los niños que participaron en ella.
Jenner llegó a decir de la expedición:
“No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este.”
En 1979 la OMS certificó la erradicación a nivel mundial de la viruela.
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